La cantinela del promotor

Con la cantinela del promotor, se hace un repaso muy especial a las diferentes pericias de un actividad peculiar que suscita muchos mitos.

Ciertamente, con este artículo que lleva por nombre la cantinela del promotor, conseguirás obtener una visión rica en matices sobre una profesión de puro riesgo.

Del puesto a los mares

Decía el tendero que cuando llueve, el cajón se queda seco. Y lo que es lluvia para unos, para otros resultan mares; porque para llevar a buen puerto la nave de una empresa, no solo hay que gestionar el timón con acierto para conseguir un rumbo adecuado, sino que hay factores que se escapan al dominio terrenal, que resultan impracticables. Aquí uno y uno, no son dos.



Y de los mares a la lidia

En una plaza cualquiera, porque buenas y malas son todas, dependiendo del aficionado o del torero. Cada uno cuenta la fiesta como la vive, eso está claro. Porque si esa tarde esta pa tí, ni aunque te quites; y si no es pa tí, ni aunque te pongas. El morlaco puede sacarle dos cabezas al torero de esas que no se cuelgan en ningún sitio, pero que igualmente valen su peso de arte y tronío, como las otras, de los pitones.

Incluso la casta bravía se puede aficionar en una plaza entregada de expectación sublime; y ya, para rematar la faena, el maestro puede venir con unas referencias con más brillo que su traje más soñado. Pero no, a esa tarde no se le corta ni las orejas ni el rabo. Ni con dos plazas de estampitas. Aquí, dos y dos no son cuatro.

Y de la lidia al campo

En un estadio de gala y con un rival de merecida altura. Con la destreza de una ficha galáctica, se viste de corto la final siempre soñada, de punta en blanco y de tacón con grana, por lo que crece y deja en semillas de la ilusión. Pero tampoco aquí, a la conjetura del destino, le da igual el tatuaje de la espalda con un siete o con diez. Y no echemos la culpa al licenciado, porque entonces estuvo acertado. No fue su día y no hay más, aunque era lo que menos nos esperaríamos. Aquí, dos y uno no son tres.



Y del campo al escenario

Ahí tampoco, fíjese usted. A pesar del poder de convocatoria de las últimas giras, de gozar del cariño del público y de estar en el top ten del radio-punchin. El balance después del bolo, salió negativo. Incluso los bocatas del camerino se quedaron tiesos de no tocarlos. Ni gatos ni apetito. Aquí, tres y uno, no son cuatro.

Pues mire usted, han podido ser los astros mal alineados, las últimas noticias del telediario, que hacía tiempo de playa gratis, que se produjo una contra programación con el partido de la selección a la misma hora, que hacía frío-calor-llovía-con viento, que el pedo de un huracán decía que pasaba por allí de visita, que estábamos a finales de mes y no había un duro… o hasta incluso que nos quedamos sin ganas: esas las ganas. Aquí no son los que tenían que estar.

El caso, es que no hubo caso. Que el que juega lo hace para ganar y no para cambiar el dinero, porque el que lava la ropa normalmente la tiende, y que por eso tiende ha hacerlo. Aquí, fue, cuando estábamos en lo cierto.

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